Agência Brasil entrevista a ex prisioneros de Guantánamo

Ellos hablan de su nueva vida como refugiados en Uruguay, después de

Publicado en 06/03/2015 - 11:57 Por Monica Yanakiew - Corresponsal - Montevideo

Ex-preso de Guantánamo mostra foto da visita que recebeu do ex-presidente Pepe Mujica (Reprodução TV Brasil/Monica Yanakiew)

El tunecino Abdul Ourgi, uno de los seis prisioneros de Guantánamo liberados por EE.UU. y el expresidente de Uruguay, José MujicaMonica Yanakiew

Sonriente, camisa a cuadros, Abdelhadi Faraj se asemeja a un turista de vacaciones en Uruguay. En el ordenador de una vieja casa en Montevideo, muestra las fotos del viaje que hizo en un jet privado a la histórica ciudad de Colonia del Sacramento, a invitación de un empresario local. El sirio, de 34 años, aparece junto a sus compañeros en la piscina de una granja, compartiendo una barbacoa en el país que le acogió. No parece que Faraj vive en libertad hace tan solo tres meses, después de pasar un tercio de su vida en Guantánamo, la prisión militar estadounidense en Cuba, adonde se llevaron cientos de sospechosos de terrorismo tras el 11-S 2001 en el World Trade Center en Nueva York.

Arrestado en 2002 al tratar de cruzar la frontera de Afganistán con Pakistán, él podría haber salido de Guantánamo en 2009, cuando el gobierno de Estados Unidos autorizó su transferencia. “Sin embargo, yo permanecí 5 años más en esa prisión desesperante ya que mi propio país, Siria, se hundía en una sangrienta guerra civil, haciendo que mi repatriación allí fuera imposible”, cuenta Abdelhadi en la carta de agradecimiento que publicó en el diario El País pronto desembarcó en Montevideo el pasado diciembre. “Si no hubiera sido por Uruguay, hoy aún estaría en ese agujero negro en Cuba.”

Abdelhadi Fara, 34 anos, está em liberdade há apenas três meses, depois de passar um terço de sua vida em Guantánamo, para onde foram levados centenas de suspeitos de terrorismo (Reprodução TV Brasil/Monica Yanakiew)

Abdelhadi FarajMonica Yanakiew/Agência Brasil

Abdelhadi Faraj es uno de los seis prisioneros de Guantánamo liberados por Estados Unidos y acogidos por Uruguay como refugiados. “No puedo creer que estoy aquí”, dijo en una entrevista con Agência Brasil. Tres meses en libertad fueron suficientes para que él se actualizara: abrió una cuenta en Facebook, aprendió a conducir e instaló en el ordenador un programa gratuito para aprender español. Él quiere trabajar como carnicero, profesión que tenía antes de su detención.

Sin embargo, incluirse en la sociedad lleva tiempo, especialmente en un país extranjero, lejos de la familia. “Sé cortar la carne según el rito musulmán, que es diferente de la manera que lo hacen aquí”, explica Abdelhadi. “Y aún no me recuperé del tiempo que pasé en Guantánamo: tengo dolor de estómago, asma y me siento cansado”, dice.

Esta semana y la próxima, los seis ex prisioneros –cuatro sirios, un tunecino y un palestino– serán examinados en el Hospital Militar, el mismo adonde fueron llevados pronto llegaron a Montevideo. El siguiente paso será realojarles: hasta el momento, el grupo estaba siendo acompañado por la central sindical uruguaya PIT-CNT, que les prestó una vieja casa. Pero el espacio era pequeño y dos de ellos fueron llevados a un hotel hasta que el Servicio Ecuménico para la Dignidad Humana (SEDHU) –una organización dedicada a los refugiados– se encargue del caso y les encuentre un apartamento para cada uno.

El sirio Jihad Diyab tiene otras preocupaciones que la salud y su instalación. Él es el único del grupo que está casado. Uno de sus cuatro hijos murió hace poco más de un año y los otros tres y la mujer huyeron de Siria hacia Turquía, pero acaban de ser devueltos a su país, donde, según Diyab, corren riesgo de vida. Él pidió permiso para traerles a Uruguay, pero aún espera una respuesta de la Cruz Roja y de la burocracia internacional.

El mes pasado, Diyab viajó a Buenos Aires, donde llevaba el uniforme naranja de los presos para hablar con un grupo de periodistas de la prensa alternativa argentina. Él dijo que fue torturado, hizo huelga de hambre y demandó al gobierno de Estados Unidos después de que los guardias le pusieron una sonda en la nariz para darle de comer a la fuerza. Diyab, cuya madre es argentina, pidió a Argentina que siga el ejemplo de Uruguay y se ofrezca a acoger a los presos que permanecen en Guantánamo.

Guantánamo

Agência Brasil

“El más peligroso”

Los refugiados consideran que, a pesar de las buenas intenciones de Barack Obama, la situación de los prisioneros en Guantánamo es peor en su gobierno –que prometió cerrar la prisión– que en el de su predecesor, George Bush. “Antes, estaban empezando a liberar a muchos a la vez, pero con Obama están liberando prisioneros con cuentagotas”, dijo el tunecino Abdul Ourgi a Agência Brasil.

De todos los ex presos en Uruguay, Ourgi sería el más peligroso, de acuerdo con el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Se le cita como un “experto en explosivos”, que habría conocido a Osama Bin Laden y recibido por anticipado la información sobre los planes de atacar el World Trade Center. Ourgi, de 49 años, se ríe cuando ve el documento: dice que perdió un pedazo del pulgar y tiene cicatrices en el cuerpo porque estaba en las montañas afganas bombardeadas por los estadounidenses. “Lo que cuentan no es verdad”, dice. “La prueba es que el mismo José Pepe Mujica [ex presidente de Uruguay] dijo que recibió un documento del gobierno de Estados Unidos, que aseguraba que ninguno de los exprisioneros es un terrorista o representa amenaza”.

Mujica hizo una visita sorpresa a la casa de los refugiados el día 1 de marzo, poco antes de terminar su mandato. “Nos dijo que él fue un guerrillero tupamaro, estuvo encarcelado por 13 años y pasó diez de ellos aislado en un pozo”, dijo Ourgi. El tunecino vio por la televisión la toma de posesión del sucesor de Mujica, Tabaré Vásquez. “Vi a un presidente entregando el poder a otro sin problemas. No es como en los países árabes, donde cualquiera que llegue al poder se queda por diez, 20, 30 o incluso 40 años”.

Ourgi también estuvo en Brasil por unas horas, durante un reciente viaje a Chui, una ciudad fronteriza uruguaya. “Cruzamos la calle hacia Brasil, pero no fuimos muy lejos. Aún así pude percibir que [la vida en] Brasil es más barata que en Uruguay”, dijo.

Mantenerse es lo que preocupa a Ourgi ahora. “Durante 13 años, solo pensé en dejar Guantánamo. Ahora tengo que preocuparme por la comida, la ropa, las cuentas, en un país caro”. A él le gustaría trabajar como cocinero y quizás, en un futuro, abrir un restaurante árabe. “Pero no es fácil. Noventa días es poco tiempo para acostumbrarse a la libertad, recuperarse de Guantánamo y buscar empleo”, dice. “Pero no podemos quedarnos sin trabajo, porque recibimos 15 mil pesos uruguayos (US$ 568), que es poco por el costo de vida uruguayo”, dijo. Si todo va bien, Ourgi quiere traer a Uruguay a su madre, a quien no ha visto desde hace 25 años.

Traducción: Leonardo Vieira


Fonte: Agência Brasil entrevista a ex prisioneros de Guantánamo

Edición: Graça Adjuto/Augusto Queiroz

Últimas noticias