São Paulo tiene la segunda ocupación vertical más grande de América Latina

En el número 911 de la Avenida Prestes Maia, centro de la ciudad de São Paulo, 378 familias viven en la segunda más grande ocupación vertical de América Latina. De acuerdo con el Centro Gaspar Garcia para los Derechos Humanos, solo la Torre de David en Venezuela tiene más ocupantes. La ubicación de los dos edificios, uno con 22 pisos y otro con nueve, es una de las principales razones para que la propiedad abandonada hace décadas esté siempre llena de ocupantes. Son suficientes pocos pasos para llegar a la estación de metro Parque da Luz, donde hay conexiones con otras líneas de metro y de trenes urbanos.

Se estima que más de un millar de personas viven en el lugar. “No hay como saber con exactitud cuántas personas, ya que hay familias con diez hijos y gente que vive sola”, dice Ivanete de Araujo, una de las líderes de la ocupación. En el lugar, donde funcionaba una fábrica de tejidos, las familias dividen los espacios en pequeñas habitaciones. El cuarto de baño y el lavadero son compartidos.

El ascensor ha dejado de funcionar. El edificio sufre con el moho causado por una infiltración que llena de agua el sótano. La asociación de vecinos tuvo que instalar una bomba para tirar el agua sobrante.

Una de las principales preocupaciones del Departamento de Bomberos, que se describe en una carta adjunta al proceso de recuperación de la propiedad, es el riesgo inminente de incendio. No encontramos extintores en cualquiera de las plantas. Sin embargo, hay muchos cables eléctricos expuestos y botes de gas confinados sin ventilación. Tabiques de madera completan el escenario. No hay rutas de escape en caso de emergencia y las escaleras sin protección y sin pasamanos representan riesgo evidente, especialmente para los niños.

A pesar de todo, Maria José da Silva, de 47 años, que sufre de problemas renales, dice que le gusta la oportunidad porque le permite tratarse en hospitales en el centro de São Paulo. “Si yo viviera lejos, no sé cómo podría hacer. Hago diálisis tres veces a la semana, los lunes, miércoles y viernes. Sería difícil vivir lejos.”

Antes de mudarse a la ocupación, Maria José vivía en una casa de huéspedes, pero pasó por dificultades financieras. El gerente mismo de la casa le sugirió que fuera a una ocupación. “Tuve miedo, pero me vi obligada a venir porque no me alcanzaba pagar la renta que ya estaba atrasada.”

Sandra Regina de Oliveira, de 53 años, se aprovechó de la ubicación céntrica de su nueva casa para cuidar niños mientras las madres de ellos trabajan. Se hace cargo de seis y tiene un ingreso mensual de unos US$ 250. “Puedo sobrevivir y ahorrar dinero para poder un día pagar por mi apartamento. Viviendo aquí, estoy ahorrando dinero, lo que no lograba hacer en otros lugares.”

Para vivir en el lugar, hay que pagar una cuota mensual de unos US$ 28, que garantiza el suministro de agua, electricidad y otros gastos del edificio. Las reglas prohíben el consumo de alcohol, drogas, la prostitución y las agresiones en el edificio.

Recuperación de la propiedad

Construido en la década de 1960, el inmueble fue abandonado a principios de los años 80. La primera ocupación se produjo en 2002, pero cinco años más tarde fueron retirados los residentes. En aquel momento, la Compañía de Desarrollo de Vivienda y Urbanismo trasladó 150 familias al barrio de Itaquera, en la zona este de la ciudad. Otras 150 familias aceptaron recibir una beca de la alcaldía durante seis meses, prorrogables por otros seis.

El dueño de la propiedad, Jorge Nacle Hamuche, de la compañía Axel, dijo que tras el desalojo, el edificio quedó vacío por un año y medio mientras él negociaba una asociación con empresas constructoras interesadas en establecer oficinas allí. “Pero entonces ellos [personas sin hogar] rompieron la pared y entraron de nuevo [en 2010]”, se queja.

Desde entonces, los residentes se han enfrentado a 20 intentos de recuperación de la propiedad. La próxima acción de desalojo está prevista para el 26 de septiembre.

Hamuche explica que la alcaldía presentó proceso de expropiación y que ya ha depositado en juicio el equivalente al 40% del monto a pagar por la propiedad. “Pero el edificio está valorado en R$ 27 millones (US$ 7,1 millones) y la alcaldía dice que vale R$ 22 millones (US$ 5,8 millones). Eso me hace perder R$ 5 millones (US$ 1,3 millones)”, dice el empresario.

La Agência Brasil encontró que el dueño del inmueble no paga el impuesto municipal sobre edificios urbanos desde 1986. La deuda actualizada llega a unos US$ 2,4 millones. En 2013, el valor venal de la propiedad estaba estimado en US$ 1,7 millones, en un área de construcción de 14,3 mil metros cuadrados.

Hamuche admite una deuda de US$ 1,5 millones con la alcaldía y asegura que la pagará si se desocupa el inmueble. Según él, sigue la intención de establecer asociaciones para la construcción de un edificio de oficinas. El empresario dijo que no aceptaría un nuevo acuerdo para la expropiación y cree que la construcción de viviendas asequibles en lugares más distantes del centro es la opción menos costosa y más ventajosa para la administración municipal. “Espero que [los ocupantes] tengan la honestidad de salir pacíficamente [el próximo día 26], porque ya son casi 20 años viviendo sin pagar”, dijo.

Un estudio de viabilidad encargado por los ocupantes para verificar la posibilidad de transformar el edificio en vivienda popular, realizado por el arquitecto Waldir Cesar Ribeiro en 2013, muestra que la estructura del inmueble está en buenas condiciones.

El arquitecto verificó, sin embargo, el deterioro y la necesidad de sustituir las instalaciones hidráulicas y sanitarias, eléctricas, bombas, ascensores, marcos de las ventanas y de las puertas,  y revestimientos de suelos y paredes.

También de acuerdo con el estudio, sería necesaria la inversión de unos US$ 3,7 millones para que el inmueble se convirtiera en una emprendimiento de viviendas. Esos recursos serían suficientes para 300 apartamentos con zona privada de 38 metros cuadrados.

Traducción: Leonardo Vieira