Gestión sostenible del pirarucu garantiza ingresos a indígenas de la Amazonía
Hace siete años, indígenas de la etnia Paumari del río Tapauá, en el sur del estado de Amazonas, cambiaron por completo sus hábitos de pesca para unirse a una experiencia de gestión del pes pirarucu (Arapaima gigas). En aquella época, por falta de información, pescaban indiscriminadamente, ganaban poco o nada por el producto, y el pirarucu, uno de los más grandes peces de agua dulce en el mundo, estaba amenazado de extinción. Actualmente, los Paumaris garantizan ingresos para las aldeas con la pesca planificada, al mismo tiempo en que preservan los peces. Los pirarucus ya no se encuentran en la lista de especies amenazadas, sino vulnerables.
En el primer conteo de esos peces, hecho en los más de 60 lagos de la reserva Paumari en 2008, se encontraron 252 pirarucus. En el conteo anual realizado en 2014, los indígenas registraron más de 2,5 mil peces. El esfuerzo para lograr ese resultado fue grande. Los Paumaris quedaron cinco años sin pescar pirarucus, el tiempo necesario para recuperar el stock de la especie.
El indígena Jurandi Souza de Oliveira Paumari apoyó la idea desde el principio y asegura que valió la pena. “Este año el Ibama [Instituto Brasileño del Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables] autorizó la pesca de 220 peces, casi toda la población que contamos en 2008. Pero como somos pocos, pescaremos unos 130”, dice con orgullo.
Jurandi cuenta que, antes de la medida, los Paumaris pescaban mal. “Pescábamos todos los peces pirarucu que podíamos, sin importar el tamaño. Los vendíamos o los intercambiábamos por otros bienes con comerciantes, pero el valor de nuestro producto era muy bajo. Quedaba poco o nada para nosotros. En algunos casos, incluso teníamos perjuicio."
El pescador dice que hubo mucha resistencia en las aldeas cuando la ONG Operação Amazônia Nativa (Opan) presentó al pueblo Paumari la solución de gestión sostenible creada por el Instituto Mamirauá, vinculado al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. “No confiábamos mucho. Ellos contaban del éxito de la experiencia en otros lugares, que si empezáramos a preservar los lagos, los peces tendrían mayor crecimiento poblacional y podríamos pescar más, pero no lo creíamos mucho”, recuerda Jurandi.
Según él, los cerca de 200 residentes de la región se convencieron poco a poco, al percibir la degradación de la reserva. “Concluimos que, si toda la comunidad trabajara junto, podríamos crecer más. Tal como era, más pronto o más tarde estaríamos sin condiciones de vida en el área.”
Los indígenas fueron entrenados para hacer recuentos anuales en los lagos de la región y orientados a pescar solo los peces más grandes que 1,5 metros –el pirarucu puede alcanzar los 3 metros y pesar más de 200 kg–. También aprendieron las reglas de higiene y cómo llevar a cabo profesionalmente las actividades de limpieza, pesca y carga. “Los beneficios económicos vinieron con la comercialización del pescado, a partir de alianzas con cooperativas para asegurar compradores”, explica el biólogo Diogo Borges, de la ONG.
La principal dificultad de los pescadores Paumaris hoy es la falta de electricidad e hielo, lo que impide el almacenamiento y el posible procesamiento del pescado. “Necesitamos mucho tener recursos para comprar barcos adecuados y producir hielo”, dice Jurandi. Actualmente, los pescadores dependen de la colaboración de una cooperativa del municipio vecino, Lábrea, para recoger los peces, en hasta tres horas.
Gestión sostenible
En la primera pesquería, en 2013, el resultado sorprendió. “Todos pudieron ver el futuro, los que no habían aceptado concluyeron que valía la pena, e incluimos a todos”, dice Jurandi. Él cuenta que en lugar de dividir el dinero de la venta del pescado solo entre los que participaron en la pesquería, decidieron compartir las ganancias con todos los mayores de 12 años de la reserva.
En la segunda pesquería, en 2014, los indígenas empezaron a utilizar un sistema de puntos para calcular el valor que cada uno recibiría, basado en el esfuerzo. La pesquería de 2015 será a finales de este mes, una semana después del recuento de pirarucus en la reserva, previsto para el 20 de septiembre.
La pesca del pirarucu fue prohibida en el estado de Amazonas en 1996. La gestión sostenible de la especie comenzó a ser implementada hace 12 años por el Instituto Mamirauá en la región del río Solimões. Según el instituto, la producción del pirarucu aumentó, desde entonces, de 3,2 mil kg para 484,9 mil kg. Al mismo tiempo, la población de peces se ha incrementado un 25% cada año. Los ingresos procedentes de la pesca aumentaron de US$ 2,8 mil en 1999 para US$ 671 mil en 2014 y los ingresos de los pescadores subieron un 29% en el período.
Representantes del pueblo Paumari estuvieron en Brasilia esta semana para presentar la experiencia al Ministerio de Pesca y Acuicultura, que ha expresado su interés en replicar la idea en otras comunidades indígenas. Kelvin Lopes, asesor del ministerio, dijo que se debe publicar, en hasta 40 días, un acuerdo con la Fundación Nacional del Indio (Funai). Él explica que el plan es tener en cuenta la vocación de cada grupo étnico para promover la gestión sostenible de los recursos pesqueros de las reservas. “Algunos tienen vocación para la pesca deportiva, otros para pesca ornamental o para la gestión de pesca de especies distintas”, dijo Lopes.
Traducción: Leonardo Vieira
Fonte: Gestión sostenible del pirarucu garantiza ingresos a indígenas de la Amazonía