Agricultores familiares discuten la importancia de la semilla criolla
La designación “guardián de semillas” sintetiza uno de los principales conocimientos de los productores del semiárido brasileño. En la región, que comprende poco más de 1 millón de kilómetros cuadrados, correspondiente al 12% del territorio, parte de la población de 27 millones de personas busca domar la sequía con el incremento de técnicas que permitan que el plantío funcione.
Cerca de 250 productores rurales, entre hombres y mujeres, dispuestos a intercambiar prácticas de cultivo que han dado cierto, se reunieron esta semana en el 5.º Encuentro de Agricultores Experimentadores (V ENAE), en la ciudad de Juazeiro do Norte, estado de Ceará, uno de los nueve del semiárido. En el evento, se presentaron experiencias de cultivo con semillas criollas y con semillas mejoradas por instituciones de investigación.
El agrónomo Amaury Santos representó a la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), que comparó el desempeño de los dos tipos de semillas por tres años. El estudio, elaborado con agricultores de Paraíba, concluyó que las criollas, porque son cultivadas siempre de la misma forma, sin que se sometan a ninguna hibridización –incluida la artificial, en laboratorio, como ocurre con la transgénica–, acaban adaptándose a las condiciones del local. Esto crea una ventaja para ellas en cuanto al enfrentamiento de adversidades como la sequía, de modo que se desarrollan con estabilidad.
Trabajando con semillas criollas desde 2007, Santos aclaró que la investigación fue sugerencia de los agricultores mismos, que acaban convirtiéndose en protectores de la diversidad genética y alimentaria al preservar una verdadera miríada de tipos de semillas. El estudio, financiado con ayuda del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), comenzó a ser pensado cuando el agrónomo tuvo contacto con el proyecto Semillas de la Pasión: semillas que son guardadas por familias de agricultores del Cariri, región semiárida de Paraíba, a lo largo de varias generaciones. En otros estados, existen propuestas semejantes, como las Semillas de la Resistencia, en Alagoas, las Semillas de la Gente, en Minas Gerais, y las Semillas de la Abundancia, en Piauí.
En total, se estima que estén activos, en todo el semiárido brasileño, más de mil casas y bancos comunitarios de semillas. De ese total, se calcula, 460 recibieron apoyo del Programa Semillas del Semiárido, estructurado en 2015 por el entonces Ministerio de Desarrollo Social.
Semillas de la Pasión
“Tuve la oportunidad de trabajar tres demandas específicas con ellos [agricultores]. Una era dar visibilidad a la calidad de las semillas criollas. En el caso, con las Semillas de la Pasión. Para ello, hicimos ensayos, pruebas, comparando variedades criollas y convencionales. Solamente convencionales, no transgénicas”, explicó Amaury Santos, quien trabaja en Embrapa Tabuleiros Costeiros, en el estado de Sergipe. Según él, otra demanda sería en relación a mejorar el proceso de producción de las semillas, con algunas tecnologías, y finalmente la cuestión de almacenamiento y la conservación de semillas en un período más largo.
Santos afirmó que las semillas criollas tienen valor para las comunidades de agricultores familiares porque les hacen tener autonomía, y lo relaciona a datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO / ONU), que indican que más del 80% de los alimentos del mundo son producidos por núcleos de la agricultura familiar. “Embrapa actúa como socio de ellos, juntando nuestro conocimiento académico con el conocimiento popular de los agricultores, pero es importante subrayar que el protagonismo es de ellos”, dijo.
Prejuicio
El investigador advierte que la semilla criolla no siempre ha tenido la atención que merece. “A veces, cuando uno pregunta al agricultor familiar si tiene semilla criolla, él dice que no tiene. Él tiene, pero dice que no, porque tiene vergüenza, ya que en muchos momentos se lo consideraba un retraso. Muchas veces, entonces, hasta la echaba fuera, perdía esa semilla, que es un gran patrimonio, reconocido en todo el mundo como patrimonio para la humanidad.”
Residente de un asentamiento rural en Paraíba, Euzebio Cavalcanti, uno de los productores que integraron el grupo de investigación de Embrapa, dice que la iniciativa colaboró para el fortalecimiento de su actuación. “La comunidad empezó a percibir con más cariño el instrumento que tenía. Tuvimos esa victoria de hacer que la gente se sintiera más guardiana de la tierra.”
“Embrapa consideró el diálogo con la comunidad. Antes era solo el investigador, pero, con el proyecto, se pensó también en mirar a quién se beneficia de la investigación: si es solo para el agronegocio o también para la agricultura familiar”, afirmó.
De acuerdo con Amaury Santos, Embrapa debe mantener tres proyectos relacionados con las semillas criollas este año. Uno en la Región Sur, otro en Goiás y un tercero en el semiárido. Todos contarán con el apoyo del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social.