Un Brasil optimista sale al mundo en la posguerra
En una famosa crónica publicada en 1958, el dramaturgo y periodista Nelson Rodrigues escribió que los brasileños sufrían un “complejo de perro callejero”, y explicó: “Pienso que el 'complejo de perro callejero' es la inferioridad en que el brasileño se pone voluntariamente respecto al restante del mundo. Esto ocurre en todos los sectores y especialmente en el fútbol”. Rodrigues no imaginaba que, aquel mismo año, el país se ganaría la Copa del Mundo en Suecia y se quedaría conocido como el país del fútbol. Y que Brasil se destacaría en casi “todos los demás sectores”.
Los años dorados
Durante el período democrático, que empieza luego del “Estado Nuevo” (la dictadura de molde fascista establecida por el presidente Getúlio Vargas) en 1945 y permanece hasta el golpe militar de 1964, el año 1958 fue emblemático. El país vivía la euforia del desarrollismo del gobierno Juscelino Kubitschek, con la construcción de una nueva capital, Brasilia, y de docenas de carreteras para servir a los vehículos que comenzaban a producirse en Brasil. “Aún no ha habido un año mejor en nuestras vidas”, afirma el periodista y escritor Joaquim Ferreira dos Santos, en su libro “Feliz 1958: O Ano que Não Devia Terminar” (Feliz 1958: El Año que No Debería Terminar), publicado en 1997.
Sin embargo, Brasil ya estaba de moda desde años antes, incluso en Hollywood, donde Carmen Miranda, con sus trajes exóticos, con sus adornos volantes en la cabeza y sus turbantes con bananas, había creado la imagen de un país deslumbrante, de colores y sonidos que el cine difundía internacionalmente. La artista se convirtió en la mejor pagada en Estados Unidos en los años 1940. Pero el cine también difundió otro modelo de país, muy distinto, con la película “O Cangaceiro” (término en portugués para designar al malhechor fuertemente armado que vivía en la región semiárida del nordeste brasileño, especialmente durante las tres primeras décadas del Siglo XX). En 1953, el largometraje se ganó el Festival de Cannes como mejor película de aventuras.
“Orfeo Negro”, coproducción brasileña, francesa e italiana basada en una pieza teatral de Vinicius de Moraes, recibió la Palma de Oro, también en el Festival de Cannes, en 1959, y el Oscar como mejor película extranjera en 1960. Dos años más tarde, otro filme brasileño, “El Pagador de Promesas”, dirigido por Anselmo Duarte, triunfó en Cannes y fue nominado al Oscar como mejor película extranjera.
La música brasileña se puso de moda cuando "Aquarela do Brasil", de Ary Barroso, fue interpretada por Carmen Miranda en la película estadounidense The Gang's All Here (La pandilla está toda aquí). La misma canción se convirtió en un éxito global al ser grabada por Frank Sinatra en 1957. Fue la primera en tener más de 1 millón de reproducciones en las radios de Estados Unidos. Ya en 1960, la banda sonora de “Orfeo Negro” repercutió la música de Tom Jobim y el género bossa nova. La “Chica de Ipanema”, de Jobim y Vinicius de Moraes, se inmortalizó en las décadas siguientes en grabaciones de grandes artistas.
La televisión también llegó a Brasil en los años 1950, por iniciativa del empresario Assis Chateaubriand, quien ya era dueño de la mayor cadena de emisoras de radio y periódicos del país. Amante de las artes, Chateaubriand creó aún lo que se convertiría en el museo más grande del país, el Museo de Arte de São Paulo, que acogió a las obras maestras de los más famosos artistas plásticos del mundo, desde Giotto y Fra Angelico hasta Renoir y Picasso.
La literatura brasileña vivía un verdadero boom, como recuerda el poeta Ferreira Gullar: “Durante este período, muchos escritores publicaron sus libros más importantes, como Jorge Amado, Graciliano Ramos, Guimarães Rosa y poetas de gran peso, como Carlos Drummond de Andrade, Jorge de Lima, João Cabral de Melo Neto y Murilo Mendes. Publiqué mi primer libro [La Lucha Corporal] en 1954”.
Al teatro brasileño también sucedió lo que podría llamarse días de gloria. Con las dificultades de la posguerra en Europa, muchos profesionales se trasladaron a Brasil. Uno de ellos fue Franco Zampari, quien, en 1948, fundó el Teatro Brasileño de Comedia, y mantuvo, además de la sala de conciertos, una compañía permanente que actuó hasta 1964, con el mejor elenco del país.
El propio Zampari creó, a finales de los años 1940, la productora cinematográfica Vera Cruz, inspirada en las de Hollywood, con grandes estudios, muchos equipos, directores europeos y elenco fijo. En Río de Janeiro, surgió, en la misma época, la productora Atlântida Cinematográfica, que logró un éxito rotundo con sus comedias populares de Carnaval, conocidas como “chanchadas”. Según el periodista y escritor Sérgio Augusto, autor del libro “Este Mundo É um Pandeiro” (Este mundo es un pandero), había en la chanchada una armonía entre la cultura popular brasileña y el contexto sociopolítico de la época. Augusto comenta que se solía hablar de todo y criticar “desde los problemas cotidianos, como la escasez de agua (...) hasta cuestiones más amplias, como el subdesarrollo, el autoritarismo y la geopolítica”.
El fantasma del comunismo
Toda esta posibilidad de crítica solo fue posible gracias a una Constitución avanzada para la época, con garantías de libertad política y avances sociales solo comparables a los actuales. Pero eran los tiempos de la Guerra Fría, y la democracia brasileña, aún incipiente, se fue debilitando a causa de la confrontación entre Estados Unidos y Unión Soviética. Sucesivas crisis marcaron el ambiente político del país. La abogada Rosa Maria Cardoso, coordinadora del grupo de trabajo “Golpe Civil Militar de 1964” en la Comisión de la Verdad, explica: “Este fue un período muy inestable. Basta recordar que hubo cinco intentos de golpe militar bien conocidos, incluyendo el intento de deposición de Getúlio Vargas [1954] y el intento de impedir la toma de posesión de Juscelino Kubitschek [1955]”.
En 1947, el Partido Comunista, que había logrado buenos resultados en las elecciones de 1945, con un 10% de la votación nacional y el cuarto más grande número de escaños entre los partidos, tuvo cancelado su registro y, al principio del año siguiente, sus parlamentarios fueron depuestos y arrojados a la clandestinidad. Fue un intento de evitar la “llegada del comunismo” al poder y la participación de las masas en la política, según evalúa Rosa Maria Cardoso. De acuerdo con la abogada, había, desde los años 1950, una articulación civil y militar anti-Vargas, cuya intención era no permitir la participación del pueblo en la política. “Una articulación elitista que servía a los intereses estadounidenses de hacer de Brasil un mercado consumidor y un aliado aquí en América Latina”, explica Cardoso.
Para el Doctor en Historia y profesor de la Universidad de Brasilia, Antonio Barbosa, la Revolución Cubana en 1959 también causó repercusiones en Brasil. “A partir de 1961, la Unión Soviética (...) pone un pie en el continente americano. Esto cambia por completo la historia de América Latina, incluso la de Brasil”, dice Barbosa.
Las Fuerzas Armadas reavivaron los temores de que Brasil se volviera comunista. En 1961, con la investidura del presidente Jânio Quadros y su renuncia siete meses después, la democracia brasileña tiembla. “Jango [el presidente João Goulart], vicepresidente electo, asustaba mucho a los militares y sectores de la derecha y, en medio a la Guerra Fría, ese susto era mucho más grande”, subrayó Barbosa.
Y lo que más asustaba eran las reformas básicas que proponía Jango. Sin embargo, según Rosa Maria Cardoso, “las reformas básicas que se quería hacer en el país no eran reformas de izquierda. Era la reforma agraria, por ejemplo, que se hizo en Francia luego de la Revolución Francesa. Los Estados Unidos hicieron la Revolución Estadounidense antes, la Guerra de Secesión [después], y habían resuelto los problemas entre el Norte y el Sur, entre la industria y el campo, incluyendo la esclavitud”.
Cardoso admite, sin embargo, que “eran reformas que tendían a una modernización y a garantizar una mayor participación popular en las decisiones del gobierno y también en los frutos de la riqueza que se producía”.
Jango tomó posesión bajo un sistema parlamentario, sin poderes de jefe de gobierno. Para revertir esta situación, propuso y venció un referéndum en que los electores aprobaron el retorno del presidencialismo. El golpe sería una cuestión de tiempo.
Y una inversión de los valores
En los 18 años anteriores al golpe, el crecimiento económico fue el más alto en la historia del país: el Producto Interno Bruto (PIB) creció en promedio un 7,12% anual, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística. Por lo general, subieron los ingresos de los brasileños, pero a un ritmo más lento. El PIB per cápita aumentó en un 4,09% anual durante este periodo.
Sin embargo, la política económica brasileña estaba lejos del desarrollismo nacional de la mayoría de los países europeos en el siglo 20. La industrialización basada en la sustitución de importaciones e intervención del gobierno en la economía fueron copiadas, pero se dejaron hacia un lado otros factores, como la prioridad para el capital nacional y el desarrollo social.
Además, según los economistas consultados por la Agência Brasil, se produjo una inversión de etapas, ya que se fomentaron las industrias de bienes de consumo antes de la industria pesada, que solo se estableció en el país en la década de 1970.
A pesar de estas particularidades, el desarrollismo nacional brasileño resultó en un crecimiento significativo de la economía. Pero no todos se beneficiaron.
“Desde el punto de vista de la acumulación de capital, hubo crecimiento de los ingresos y resultados positivos. Sin embargo, persistieron los problemas estructurales de Brasil, como la desigualdad social, la educación, la vivienda y la falta de saneamiento”, destaca el profesor del Instituto de Economía de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), Reinaldo Gonçalves, autor del libro “Desenvolvimento às Avessas” (Desarrollo al revés), en el que analiza la historia y la evolución de la economía brasileña.
Maria da Conceição Tavares, profesora emérita de la UFRJ y profesora jubilada de la Universidad de Campinas (Unicamp), está de acuerdo: “El país decidió promover primero la industrialización de los bienes consumidos solo por la élite de la época, tales como automóviles y electrodomésticos. Debido a la orientación al mercado y a la distribución desigual de ingresos, el proceso se realizó al revés en Brasil”.
Para Reinaldo Gonçalves, esta lógica excluyente se mantuvo durante el régimen militar, que fomentó el crecimiento económico sin preocuparse de la distribución de ingresos. “Los militares no hicieron nada diferente al anterior. Solo profundizaron un modelo exitoso hasta entonces. No había ninguna razón para que el régimen cambiara el desarrollo a largo plazo”, explica.
A pesar de algunas iniciativas durante el segundo gobierno de Getúlio Vargas, como la creación de Petrobras y del Banco Nacional de Desarrollo Económico (que más tarde se convertiría en BNDES al incluir el “Social” en su nombre), el capital extranjero fue privilegiado en el período previo a la dictadura. El programa de industrialización y modernización del presidente Kubitschek promovió la entrada de multinacionales en el país, especialmente en el sector automovilístico. “Este fue un equívoco del modelo brasileño, que dio lugar a la dependencia del transporte por carreteras y del petróleo, que persiste hasta los días actuales”, dice Gonçalves.
Según el análisis de Conceição Tavares, sucedió una inversión de las etapas. “Tradicionalmente, un gobierno busca fomentar primero el desarrollo de la industria de base, luego la de bienes intermedios [como el cemento y el acero] y solo por último estimula la industria de bienes de consumo. En Brasil, todo fue al revés. La industria pesada, como la petroquímica, solo fue desarrollada por los militares en la década de 1970, en la última fase del desarrollismo nacional”, critica.
La industrialización diversificó las exportaciones, pero la disminución de la dependencia de productos extranjeros tuvo un costo. Financiado por la deuda externa, el desarrollismo nacional de los años 1950 y 1960 llevó a una crisis monetaria que, según Gonçalves, precipitó el golpe militar.
“Los grandes cambios de régimen político en Brasil siempre estuvieron vinculados a las crisis monetarias. Vargas llegó al poder durante la Gran Depresión. El golpe de 1964 se produjo en un momento de alta inflación y crisis en las cuentas externas. En la década de 1980, los militares dejaron el poder en medio de la crisis de la deuda externa”, explica el profesor.
Los dos economistas subrayan que, a pesar de las imperfecciones, el desarrollismo nacional representó el período de mayor crecimiento económico en la historia del país, con un incremento medio del 6,5% anual entre 1931 y 1979. “El modelo actual, en vigor desde el Plan Real, registra el segundo peor promedio de crecimiento de la historia brasileña y solo pierde para la década de hiperinflación de los años 1980”, dice Gonçalves.
Para Conceição Tavares, la experiencia del desarrollismo nacional difícilmente podrá repetirse en Brasil. “La globalización, especialmente del capital financiero, redujo la posibilidad de sustitución de importaciones e intervención del Estado. Lo que se puede hacer hoy es dar énfasis a las políticas sociales y a la redistribución de ingresos”, agrega el profesor.
Traducción: Leonardo Vieira
Fonte: Un Brasil optimista sale al mundo en la posguerra